Nunca hay que confiarse…
Era marzo 2021 y llevábamos casi dos meses a orillas del Lago Caviahue, en la cordillera neuquina. Tras dos años viajando por Sudamérica y 9 meses varados en Bolivia por la pandemia, habíamos retornado a Argentina y buscábamos un lugar cordillerano donde pasar una temporada.
Caviahue es un pueblo pequeño y muy tranquilo. La zona donde estábamos nosotros quedaba lejos de la parte residencial y poca gente pasaba por ahí. De vez en cuando, por la noche, llegaba gente en auto a tomar unas cervezas y poco más, así que estábamos muy a gusto y los gatos podían salir sin peligro.
La fatídica noche…
Una noche, Fles andaba particularmente inquieto y maullaba insistentemente para salir. Pensamos que no pasaría nada si salía solo un rato mientras cenábamos. Estaba oscuro y no había nadie, o eso pensamos…
Llegó la hora de dormir y no aparecía, le llamamos y nada. Nos pareció muy raro porque él nunca se aleja y siempre duerme con nosotros. Pasé toda la noche pendiente de escucharlo afuera, pero era todo silencio.
A la mañana siguiente, ahora ya con mucha más preocupación, le buscamos por todas partes. Caminamos toda la zona de arriba abajo, buscando entre los matorrales y las araucarias. Pero no había ni rastro de él.
Pensamos que quizás se desorientó y se había acercado al pueblo, así que preguntamos en cada tienda y a cada persona que nos cruzábamos. Fuimos incluso a la policía y a la radio local. Pero nadie sabía nada. ¡No se imaginan la desesperación!
Una chica que tenía un grupo de rescate y ayuda a los animales se ofreció a buscarlo y a poner carteles por el pueblo. Todos los locales tenían la foto de Fles pegada… pensar que yo siempre veía carteles parecidos y hoy nos tocaba a nosotros estar en ese lugar
Algunas personas pensaban que lo había agarrado un perro u otro animal salvaje, decían que era común que desaparecieran gatos en el pueblo y otras historias realmente angustiosas. Incluso lo publicamos en grupos de rodanteros de todo el país pensando que quizás esa noche acampó otro viajero en la zona y, como Fles es muy curioso, se habría podido subir al vehículo (ya nos había pasado en otras ocasiones).
El tiempo pasaba sin noticias de Fles…
Así fueron pasando los días y las semanas sin ninguna noticia. Yo necesitaba entender qué había pasado, me negaba a aceptar que esta historia formara parte del viaje. Habíamos viajado casi dos años por distintos países ¿y justo Fles iba a desaparecer en un lugar tan tranquilo y seguro? Era una pesadilla, y cada día me lo pasaba llorando con un tremendo vacío interno y una gran culpabilidad de haberle dejado salir solo esa noche.
Para quien no tiene animales, o los tiene pero no creo un vínculo con ellos, quizás piense que es un tanto exagerado sentirse así por una mascota. Pero para quienes los sentimos como un miembro más de la familia, con el que tenemos una conexión realmente fuerte, pasar por esto es como perder un hijo. Así de simple y claro.
Nunca hay que perder la esperanza
Mientras tanto, tuvimos que viajar a Neuquén para realizar trámites. A veces pensábamos que había que darle un cierre a la historia y asumir que lo habíamos perdido. Que ya no volveríamos a ser 4 nunca más. La gente nos decía que adoptáramos otro gato, pero de nuevo, quien ha pasado por algo similar sabe que no es tan fácil el “reemplazo”.
Sabíamos que cuanto más tiempo pasa, menos posibilidades hay de que un gato regrese, pero algo en mi interior me decía que no perdiéramos la esperanza…
El caso es que regresamos de nuevo a Caviahue, al mismo lugar en el lago. Habíamos decidido quedarnos a pasar el invierno allí y conocer un verdadero invierno nevador. El día 4 de abril se cumplía un mes de la desaparición de Fles y nosotros seguíamos buscándolo y preguntando incluso a los crianceros, que ya emprendían el regreso con su ganado para la invernada. Y de nuevo nada…
Y cuando menos lo esperábamos…
Pero esa noche, el mismo día y a la misma hora exacta que la noche que se esfumó, ¡el milagro ocurrió!
Primero oímos unas voces afuera, cerca del camper. Como estaba todo oscuro no pudimos ver de quien se trataba. Al rato, se escuchó un suave “miau”… con Flavio nos miramos petrificados. A los segundos, otro “miauuu”, más fuerte y claro. Me levanté como resorte y abrí la puerta. ¡Y ahí entró Fles desesperado! Flaquitoooo, como una hoja de papel. Había perdido tanto peso que su clásica pancita colgante (la bolsa primordial) había desaparecido. ¡Pero estaba vivo y sano!
Estaba desesperado por comer y hacernos mimos, y no dejaba de maullar como si tratara de explicarnos todo lo sucedido. Fue increíble, imposible describir tantas emociones juntas. Y las miles de preguntas que se agolpaban, si él hubiera podido hablar, ¡qué nos habría dicho!
Nos llamó la atención que estaba muy limpio, era imposible que después de un mes afuera, con lluvia y barro, estuviera así. Estaba claro que alguien se lo había llevado aquella fatídica noche, quizás pensando que estaba abandonado, o con otras intenciones, como cruzarlo por ser siamés. Por suerte está castrado… También tenía un olor raro, como a leña quemada o sahumerio. De hecho, la Enana no lo reconocía y le bufó por 3 días…
Sea como sea, decidieron devolverlo y solo por eso estaremos eternamente agradecidos.
Enseguida recuperó peso y afortunadamente su salud no se resintió. Por supuesto que aprendimos la lección y nunca más les dejamos estar solos afuera!
¿Han pasado por alguna experiencia similar? Pueden dejarnos sus comentarios ✍️
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